Hoy compramos la luz más cara que hace un año, pero quizá menos que mañana por lo que sería bueno adoptar algunas medidas de ahorro para evitar que las fluctuaciones en el precio nos provoquen alguna que otra sorpresa.
Lo primero que has de saber es cómo leer tu recibo y reconocer cada uno de los cargos que aparecen en el mismo. Si analizas la factura detalladamente descubrirás que el consumo se lleva uno de los porcentajes más bajos, en cambio, casi el 40% del total se debe a la potencia contratada. Esta tasa se paga aunque no haya consumo y normalmente es superior a la que realmente necesitas. En internet puedes encontrar distintas webs que calculan la potencia energética que tu hogar requiere. Si nunca han saltado los plomos puede que estés pagando por más Kilovatios de los que precisas. En función a ésta se aplica el peaje, una tasa fijada por el ministerio con las que se financian las redes de transporte, distribución y otros costes regulados.
Discriminación horaria:
Esta modalidad de tarifación establece un precio económico en horario nocturno que se encarece de forma sustancial durante las horas del día.
Establecer este tipo de límites puede ser una buena opción para ahorrar si durante el día no estás en casa.
El ahorro, según la OCU, puede ser de 80 euros anuales.
En el cómputo final también cuenta el alquiler de equipos - el contador-. A la cifra final hay que sumar el impuesto de la energía -algo más del 5% -y aplicar el 21% de IVA a la suma final.

Consumo fantasma
Hay acciones cotidianas que suponen un gasto innecesario, por ejemplo: dejar la impresora, la torre del ordenador, la consola, o la televisión, -entre otros-, en modo stand by. Asegúrate de apagarlos desde el aparato, no desde el mando.
Dejar el cargador conectado al enchufe o la puerta del microondas abierta es otro de los gestos que está encareciendo tu factura final.